Cuando vamos a ver a un recién nacido al hospital existe la costumbre de intentar coger al pequeño, en ocasiones a toda costa. Está claro que pocas cosas hay más tiernas que tener un niño de apenas unas horas entre nuestros brazos. Pero lo cierto es que el mejor lugar para que pase ese tiempo es sin duda con su madre. Durante esos primeros instantes madre e hijo están creando una relación que se extiende a la que ya tenían cuando estaba dentro de la mujer. Esta relación se llama apego y para que se forje de una manera adecuada juega un papel fundamental la lactancia materna.
Qué es el apego maternal
El apego es la vinculación afectiva que el niño establece con su círculo más cercano que le lleva a buscar el estar cerca de esas personas, es algo que le da seguridad. Además, buscará esa protección cuando se encuentre en alguna situación que para él resulta amenazante, como cuando está enfermo o se pelea con un niño.
Esa relación le proporciona además consuelo y placer. Aunque esta vinculación la realiza con diversas personas siempre existe una figura principal de apego, que como es lógico suele ser su madre puesto que es con quien más tiempo pasa.
Es importante es que el apego se establezca de la manera adecuada ya que va a ser la base de todas las otras relaciones que el niño desarrolle a lo largo de su vida.
De hecho, ese tiempo que pasamos con el pequeño será los cimientos de su futura estabilidad emocional, nada más y nada menos. Si conseguimos un correcto apego se convertirá en un adulto bondadoso capaz de mostrar empatía con sus semejantes. Quienes no lo consigan tienen más posibilidades de tener relaciones conflictivas y problemas emocionales y de conducta.
Muchas veces veremos que nuestro hijo llora y no tiene hambre, ni está sucio ni tan siquiera le duele nada. Tan solo quiere nuestro cariño y su única arma para reclamarlo es el llanto. Suplir esa necesidad es tan importante como el hacerlo con las físicas.
El principio del apego entre madre y bebé.
Se cree que un bebé recién nacido es capaz de reconocer a su madre por su olor y su voz. Además de alimento y calor, nada más llegar al mundo también necesita sentirse protegido y seguro, algo que le dará el contacto con su madre.
Hay que reconocer que el afecto de una madre hacia a su hijo comienza en condiciones normales al enterarse del embarazo, sin embargo, el verdadero amor lleva más tiempo y el que pasan juntos es fundamental para que este surja de manera natural.
Por eso es tan importante que nada más nacer el pequeño sea entregado a su madre y que permanezcan juntos el mayor tiempo posible. Lo ideal sería haciendo contacto piel con piel, de esta manera el vínculo va creciendo de forma gradual.
Al colocar al bebé boca abajo cerca de los pechos de su madre poco a poco ira reptando hacia ellos y entonces buscará el pezón materno, cuando lo encuentre comenzará a mamar. De esta forma tan sencilla se iniciará el increíble camino de la lactancia materna.
Además, el que esto suceda hará que aumente la producción materna de oxitocina, una hormona que está muy relacionada con el bienestar que siente la mujer en esos momentos a pesar del duro parto que acaba de vivir.
Durante esos instantes el pequeño buscará el contacto visual con su madre instintivamente y también empezará a afianzarse el apego entre la madre y el hijo.
La lactancia materna no solo alimenta
A partir de ahora la madre amamantará a su hijo cada vez que perciba que tiene hambre, pero también habrá momentos en el que el bebé reclame el estar al pecho solo para sentir el amor de la que para entonces ya se ha convertido en la persona más importante para él.
Los ratos de intimidad que compartirán mientras le da el pecho, junto con sus palabras, caricias o incluso cantos, harán que el niño se sienta querido y se prepare para responder a ese cariño con su propio amor.
Ideas contrarias al apego
No olvidemos que la madre de forma natural siente la necesidad de coger a su hijo cada vez que llora. Hasta hace algunos años este acto instintivo estaba mal visto y se decía que era una manera de malcriar al pequeño y de hacerlo dependiente. Incluso había quienes afirmaban que llorar podía tener beneficios a nivel físico.
Sin embargo, hoy en día todas esas ideas han quedado atrás y se sabe que dejar llorar a un bebé es perjudicial para él. De hecho, es uno de los problemas que impiden que se cree de forma adecuada una correcta relación de apego.
No debemos pasar por alto que a un niño antes del año no se le puede educar, no tiene esa capacidad, los padres nos limitamos durante ese tiempo a cuidar de él.
Otra de las costumbres que se van perdiendo es aquella que tiene que ver con separar al bebé cuanto antes de su madre, y por ende de su padre. La idea de dormir con el niño era sinónimo de mimar en demasía a la criatura y el que su cuna permaneciera mucho tiempo en la habitación lo mismo.
Ahora son muchos los pediatras que apuestan por el colecho, siempre con las debidas precauciones. Incluso no ven nada malo en mantener al niño en la habitación más allá de los primeros seis meses.
El hacerlo así facilita sin duda la lactancia materna. No es lo mismo tener al bebé junto a nosotras o a poca distancia que tener que ir a otra habitación en mitad de la noche a darle de comer.
Para que el apego sea bueno, tiene que serlo la lactancia materna
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La lactancia materna tiene muchos beneficios, como hemos visto no solo físicos, así que apuesta por ella.