¿Has oído hablar del término “exterogestación”? Exterogestación, se traduce literalmente como gestación externa, fuera del útero materno. La especie humana nace entre las 37-42 semanas, en lo que se considera un parto a término, sin embargo si nos comparamos con otras especies animales, nacemos muy inmaduros, tanto que no somos capaces de desplazarnos o alimentarnos por nosotros mismos.
El desarrollo intraútero, es espectacular y en 9 meses un puñado de células se convierten en un precioso bebé. Pero a pesar de ser la especie más inteligente del planeta, nuestro cerebro nace muy inmaduro, de echo la mayor parte de su desarrollo tiene lugar fuera del útero, en los primeros meses de vida.
Para que un bebé humano naciese con unas características más parecidas a las de otros animales, tendría que alcanzar un desarrollo cerebral antes de nacer, que supone un aumento del tamaño del cráneo importante, incompatible con las características físicas humanas y el tamaño de la pelvis. El hecho de caminar erguidos hace que la pelvis materna sea demasiado estrecha para soportar un parto de un cráneo más grande. Y como la naturaleza es muy sabia, considera que con 9 meses de gestación el bebé está preparado para salir, y continuar el desarrollo fuera del útero, eliminando riesgos para la madre y para el propio bebé.
Entiendo esta “inmadurez” al nacer de nuestros hijos, podemos entender la necesidad de permanecer cerca de los progenitores, en concreto el cuerpo de la madre suele ser el que más reconforta al recién nacido, donde más se calma, donde tiene alimento y lo siente como el lugar más seguro.
En el momento del nacimiento el bebé es un ser completamente dependiente que precisa ayuda para cubrir sus necesidades básicas. Es capaz de respirar, de alimentarse y de eliminar residuos, de reconocer la voz y el cuerpo de su madre, pero igualmente necesita protección y contacto, como necesidades básicas también para un correcto desarrollo.
Además, podemos ver la exterogestación como una oportunidad del bebé, de continuar su desarrollo en contacto con el mundo exterior y expuesto a estímulos que le van a ayudar a conseguir nuevos hitos. Este tiempo le permite un aprendizaje a través de la imitación, tanto en movimientos como en desarrollo del lenguaje.
En este alcance de nuevos hitos, vamos a reparar en uno, que “casualmente” se da en torno a los 9 meses de vida del bebé, hablo de la capacidad de desplazamiento autónomo, el gateo. Es un momento crucial, ya que adquiere una gran independencia, y aunque continúa necesitando a los progenitores para cubrir muchas de sus necesidades básicas, ahora será capaz de descubrir mundo a través de sus propios movimientos y según sus intereses, y no sólo a través de los brazos que le sujetaban hasta ahora.
Así pues, aprovechemos estos meses de crecimiento cerebral, de explosión de los sentidos, acompañemos a nuestros pequeños, ofrezcamos ese regazo, esos brazos, que necesitan para seguir creciendo seguros, ya que nunca volverán a ser tan dependientes de nosotros como en este preciso momento.
Marta Espartosa
Enfermera Pediátrica
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